¿DE QUIÉN ES EL BARRIO?(eng)
Inevitablemente surge esta pregunta. La contundente afirmación, “El barrio es nuestro”, contenida en el “cartel corpóreo” que el colectivo Todo por la praxis ha instalado en Palomeras bajas, en el barrio de Vallecas, suscita, a pesar de su rotundidad, más interrogantes, en relación con su sentido, que certezas. Esto sucede contrariando las expectativas asociadas a su aparente claridad enunciativa. La postura afirmativa que, desde una perspectiva identitaria, parece desplegar el cartel, mediante el uso de uno de eslóganes más populares de las luchas vecinales, no resulta, finalmente, tan clara. ¿De quién es el barrio?, ¿desde dónde se realiza tal aserto?, ¿cuál es el contexto en el que se inserta?, ¿De qué modo se hace visible? Estas son algunas de las preguntas que aparecen cuando estas palabras toman cuerpo.
1
En primer lugar es necesario examinar el ámbito en el que se ubica este mensaje. Vallecas es una populosa barriada obrera, quizás el vecindario más poblado de Europa, cuya configuración ha estado marcada por el fenómeno de aluvión. Durante los años cincuenta, del siglo pasado, la emigración interior se estableció en este territorio,de un modo que desafiaba la legalidad vigente en aquel tiempo. La única posibilidad existente para asentarse era la de construir nocturnamente precarias viviendas, para evitar así la presencia policial. Esta forma de desobediencia necesaria, sin duda, marcará una atmosfera combativa, resistente y, hasta cierto punto, autónoma en un barrio que ya, antes y durante de la Guerra Civil, se distinguió por el activismo izquierdista de la mayor parte de sus habitantes, siendo uno de los puntos de resistencia más destacados, durante la contienda, en la defensa de Madrid de la agresión fascista.
Esta condición combativa de Vallecas —recuérdense los bombardeos de 1937 que afectaron, fundamentalmente, a este barrio y al de Tetuán y cuya motivación radicó en la decisión de atacar a una población civil especialmente refractaría con la ideología de un régimen que acabaría imponiéndose por medio de las armas— ha llevado a sus vecinos a sufrir desde aquellos tiempos las consecuencias, en forma de opresión y de abandono, de su posición eminentemente beligerante contra aquellas posturas que, históricamente, han intentado someter a la clase obrera. Sí, clase obrera, porque en Vallecas ésta ha sido una noción que, a pesar de las incesantes proclamaciones de las últimas décadas en torno al final de la sociedad de clases, se ha mantenido viva. De hecho no es extraño que aquí exista el únicogrupo de seguidores de un equipo de futbol, en el ámbito de Madrid, [los Bukaneros del Rayo Vallecano] de orientación antifascista. Sí, antifascista, porque el fascismo, ligeramente maquillado eso sí, sigue gozando de buena salud. Quizás por esta razón se esté produciendo en estos momentos, vinculada a las protestas que han canalizado últimamente el malestar popular, una persecución policial de sus miembros en una maniobra de carácter básicamente represivo.
Este barrio obrero, de emigrantes, interiores primero y exteriores después, ha mantenido una postura antagónica frente a un poder que, tradicionalmente, ha mostrado una actitud violenta hacia modos otros de entender la vida o, cuando menos, una posición de activa y consciente desatención de las necesidades de sus habitantes. No faltan ejemplos de la actividad represiva del poder sobre estos vecinos, antes y ahora, de entre los que se han citado ya algunos. Otro caso es la campaña de acoso policial que la población emigrante ha sufrido desde 2008, extensible desde luego a otros distritos de Madrid pero que en Vallecas es posible que se pusiera en marcha más temprano. Resulta inevitable recordar tal circunstancia en un momento, cuando se está redactando este texto, en el que debe de estar saliendo, si no lo ha hecho ya, hacia Senegal el avión de la vergüenza. Asimismo, puede citarse el intento de cierre de la Parroquia de Entrevías, lugar en el que se produjo el primer encierro de emigrantes en el Estado español, por parte del Arzobispado de Madrid, debido a su falta de alineamiento con la política oficial de la Iglesia católica española.
Sin entrar en las reservas que puede despertar la actividad social asociada a lo religioso, lo que es cierto que la estrategia de la Iglesia respecto de este centro se cimentaba en la eliminación de formas distintas de entender lo colectivo que entronca con la beligerancia que, en general, ha despertado en las diversas instituciones de poder las numerosas iniciativas que se han producido en este barrio. Es ya habitual la situación de castigo, con un abandono visible por parte de los responsables políticos municipales, a la que ha sido sometida la población de Vallecas, probablemente por su actitud combativa, que ha llevado a este distrito a ser el único de Madrid que ha resistido a la hegemonía derechista que inunda la ciudad desde hace años. Ejemplo, asimismo, de resistencia es la desobediencia pedagógica y epistemológica que diversas iniciativas han planteado, con una actividad educativa orientada desde una óptica distinta a la habitual basada en el control y la disciplina, siempre desde lo público. Entre éstas pueden citarse los ejemplos de la Escuela Pública de Educación Infantil Zaleo o el Colegio Público Palomeras Bajas, desde donde, a través de la Plataforma por la Escuela Publica de Vallecas, se puso en marcha la bien conocida Marea Verde, siendo objeto de fuertes ataques, precisamente por este motivo, por parte de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid.
Muestras de la referida resistencia pueden encontrarse, del mismo modo, en las luchas vecinales articuladas, a partir de finales de la década de los sesenta del pasado siglo, por las incipientes Asociaciones de Vecinos siendo, precisamente, la de Palomeras Bajas la primera en constituirse en 1968, aprovechando una formula asociativa que el régimen franquista había dispuesto para otros fines. De este contexto surge el eslogan empleado por Todo por la praxis para la realización del mencionado “cartel corpóreo” de carácter, en principio, efímero.
2
Sería abusivo, desde luego, interpretar la realidad social de Vallecas como un continuo homogéneo. Se podría sostener, sin embargo, que éste es un barrio donde sus habitantes se han visto sometidos, en líneas generales, a un trato de injusticia. Tal circunstancia no trata de reducirlos a la condición de meras victimas, muy al contrario desde su situación han generado, como ya ha sido comentado, formas de construcción vital otras que les han permitido, al menos parcialmente, definir y practicar modelos de vida no integrados completamente. Estos proyectos vitales, a pesar de todo, son los de los vencidos que, aun así, siguen resistiendo. Es fundamental, para la continuidad de esta forma de oposición, conservar y recuperar ciertos aspectos de la genealogía de las luchas que han acontecido en el vecindario que, en definitiva, construyen la narración identitaria de gran parte de esta colectividad. Como indicaba Walter Benjamin, en su texto sobre el concepto de historia, es obligado para quienes aspiran a realizar un proyecto emancipador hacer justicia a los perdedores, aunque en este caso en concreto no hayan acabado de perder del todo. Esto no significa simplemente realizar un acto de homenaje sin consecuencias prácticas. Muy al contrario, supone una forma de apropiarse de aquel pasado ―de las ruinas del mismo― productivo para el presente histórico en términos de transformación. Nos urge, entonces, a realizar un salto dialéctico retrospectivo ―un salto de tigre al pasado― para encontrarnos con la mónada ―aquel pasado oprimido que rompe con el curso homogéneo de la historia― conjurando, de este modo, el olvido interesado de las clases dominantes.
Podríamos preguntarnos, entonces, si el “cartel corpóreo” de Todo por la praxis podría tener esta especie concreta de utilidad. La cuestión sería si la recuperación del eslogan, que ocupó un lugar central en las luchas vecinales, puede ayudar a hacer efectiva esa justicia, por un lado, y estimular una continuidad, en aquéllos que no vivieron esos acontecimientos, de las posturas combativas. Si bien es cierto que, con un efecto limitado, esta intervención en el espacio público podría incitar a una cierta curiosidad que llevará al observador a preguntarse por el origen de la frase, esto no significaría, en ningún caso, que propiciara ningún tipo de movilización posterior. La forma que adquiere es la de homenaje y como tal pertenece al ámbito de las cosas ya fijadas, aceptables y aceptadas por el poder dominante. Hasta cierto punto, y por más que se trate de un elemento efímero, no existe forma de desvincular esta intervención de la lógica monumental, como mecanismo de imposición de sentido, que la sustenta. Tal circunstancia —por mucho que la noción de monumento se haya reformulado a lo largo de las últimas décadas [antimonumento, monumento negativo…] — la sitúa, en principio, en un lugar francamente incomodo, asociado a la historia del problemático uso simbólico del espacio público, si es que a estas alturas podemos seguir adjetivándolo de esta manera, en la que han abundado las prácticas afirmativas, ya sea por un patrocinio directo de las instituciones del podero por el fracaso de tentativas que pretendían abrir el concepto de lo monumental.
3
Esto no significade forma necesaria, sin embargo, que en el caso que nos ocupa nos encontremos frente a un planteamiento fracasado. Quizás haya que entenderlo, en una dimensión de análisis un poco más complejo, en términos de lo que esconde. Es posible tratarse con el diáfano eslogan, materializado contundentemente mediante fábrica de ladrillo, de manera, paradójicamente más ambigua. El lenguaje de las técnicas y los materiales, asociado a la inscripción de este “cartel corpóreo” a la categoría de lo monumental contradice, en su percepción, aquellas intenciones, que de principio podrían suponérsele. Lejos de constituir un homenaje celebratorio —una especie de botín de guerra en palabras de Benjamin— de algo que fue, pero que ya no es y rinde pleitesía, o de producir un efecto de revitalización de la conciencia vecinal —cosa que no parece tan necesaria a la vista de la actividad socio-política actual del barrio— la corporeización del mencionado eslogan podría operar como contraparte de aquél otro que, tiempo atrás, fue coreado o escrito sobre pancartas en las movilizaciones. Esto supondría considerar el mecanismo por el cual el poder devuelve taxidermizados, libres de su original potencial político, las manifestaciones de diferencia popular.
En el pasado los vecinos mostraban que el barrio era suyo, ahora desde el poder [político, económico, en este punto no aparece como casual el uso del ladrillo, o de otro orden], al que tantas veces ha desafiado, se les devuelve una imagen especular de esa afirmación que aclara, sin lugar a dudas, a quien pertenece realmente. Un amargo viaje que no tiene por qué llevar, ni mucho menos, a una postura desmovilizadora sino a realizar un examen crítico de las condiciones que definen la actualidad del presente, tan necesario para seguir activos en un conflicto que en estos momentos se recrudece. El uso del lenguaje de los dominadores por parte de Todo por la praxis, finalmente, podría interpretarse en clave de provocación, reforzando, en sentido negativo, las posturas combativas que han hecho de este barrio un ejemplo de resistencia.
WHOSE NEIGHBORHOOD IS THIS?
This question inevitably arises. The forceful affirmation, "The neighbourhood is ours", contained in the "corporeal poster" that the collective Todo por la praxis has installed in Palomeras bajas, in the neighbourhood of Vallecas, raises, in spite of its categorical nature, more questions, in relation to its meaning, than certainties. This is contrary to the expectations associated with its apparent declarative clarity. The affirmative stance that, from an identity perspective, seems to unfold the poster, through the use of one of the most popular slogans of the neighborhood struggles, is not, finally, so clear. Whose neighborhood is it, from where is this assertion made, what is the context in which it is inserted, in what way is it made visible? These are some of the questions that arise when these words take shape.
1
First of all, it is necessary to examine the scope of this message. Vallecas is a populous working class neighbourhood, perhaps the most populous neighbourhood in Europe, whose configuration has been marked by the phenomenon of alluvium. During the fifties, the last century, the internal emigration was established in this territory, in a way that defied the legality in force at that time. The only possibility to settle was to build nightly precarious houses, in order to avoid the police presence. This form of necessary disobedience, without a doubt, will mark a combative, resistant and, to a certain extent, autonomous atmosphere in a neighbourhood that, before and during the Civil War, was already distinguished by the leftist activism of the majority of its inhabitants, being one of the most outstanding points of resistance, during the conflict, in the defence of Madrid from fascist aggression.
This combative condition of Vallecas - remember the bombings of 1937 that fundamentally affected this neighbourhood and that of Tetouan and whose motivation was the decision to attack a civilian population that was particularly resistant to the ideology of a regime that would end up imposing itself by means of arms - has led its neighbours to suffer from those times the consequences, in the form of oppression and abandonment, of their eminently belligerent position against those positions that, historically, have tried to subjugate the working class. Yes, working class, because in Vallecas this has been a notion that, in spite of the incessant proclamations of the last decades around the end of class society, has been kept alive. In fact, it is not surprising that here there is the only group of fans of a football team in Madrid,[the Bukaneros del Rayo Vallecano] with an anti-fascist orientation. Yes, antifascist, because fascism, which has a slight make-up on its face, is still in good health. Perhaps this is the reason why, in connection with the protests that have recently channelled popular unrest, police persecution of its members in a maneuver of a basically repressive nature is taking place.
This working class neighbourhood, of immigrants, first of all interiors and then exteriors, has maintained an antagonistic stance towards a power that, traditionally, has shown a violent attitude towards other ways of understanding life or, at least, a position of active and conscious neglect of the needs of its inhabitants. There is no shortage of examples of the repressive activity of power over these neighbours, before and now, some of which have already been mentioned. Another case is the campaign of police harassment that the migrant population has suffered since 2008, which can of course be extended to other districts of Madrid but which in Vallecas may have been started earlier. It is inevitable to remember this at a time when this text is being drafted, when the plane of shame must be leaving for Senegal, if it has not already done so. The attempt to close the Parish of Entrevías, the place where the first confinement of emigrants in Spain took place, by the Archbishopric of Madrid, due to its lack of alignment with the official policy of the Spanish Catholic Church, can also be cited.
Without entering into the reservations that social activity associated with religion may arouse, which is true that the Church's strategy with regard to this centre was based on the elimination of different ways of understanding the collective that is linked to the belligerence that, in general, has awakened in the various institutions of power the numerous initiatives that have taken place in this neighbourhood. The situation of punishment is now common, with a visible abandonment by the municipal political leaders, to which the population of Vallecas has been subjected, probably because of its combative attitude, which has led this district to be the only one in Madrid that has resisted the right-wing hegemony that has been flooding the city for years. An example of resistance is the pedagogical and epistemological disobedience that various initiatives have proposed, with an educational activity oriented from a different point of view to the usual one based on control and discipline, always from the public point of view. Among these are the examples of the Zaleo Public School of Early Childhood Education or the Palomeras Bajas Public School, from where, through the Platform for the Public School of Vallecas, the well-known Green Tide was launched, being the object of strong attacks, precisely for this reason, by the Department of Education of the Community of Madrid.
Evidence of this resistance can be found, in the same way, in the neighbourhood struggles articulated, from the end of the sixties of the last century, by the incipient Neighbourhood Associations, precisely the one of Palomeras Bajas being the first to be constituted in 1968, taking advantage of an associative formula that the Franco regime had arranged for other purposes. From this context arises the slogan used by Todo por la praxis for the realization of the above-mentioned "corporeal poster" of ephemeral character.
2
It would be abusive, of course, to interpret the social reality of Vallecas as a homogeneous continuum. It could be argued, however, that this is a neighbourhood where its inhabitants have generally been subjected to injustice. This circumstance does not try to reduce them to the condition of mere victims, on the contrary, since their situation has generated, as has already been mentioned, other forms of vital construction that have allowed them, at least partially, to define and practice models of life that are not completely integrated. These vital projects, in spite of everything, are those of the defeated who, even so, continue to resist. It is fundamental, for the continuity of this form of opposition, to preserve and recover certain aspects of the genealogy of the struggles that have taken place in the neighbourhood that, in short, construct the identity narrative of a large part of this collective. As Walter Benjamin pointed out, in his text on the concept of history, it is incumbent on those who aspire to an emancipatory project to do justice to the losers, even if in this particular case they have not completely lost. This does not simply mean performing an act of homage without practical consequences. On the contrary, it is a way of appropriating that productive past -the ruins of it- for the historical present in terms of transformation. We are urged, then, to make a retrospective dialectical leap - a tiger's leap into the past - to meet the monad - that oppressed past that breaks with the homogeneous course of history - thus conjured up the self-serving oblivion of the ruling classes.
We could ask ourselves, then, if the "corporeal cartel" of Todo por la praxis could have this particular kind of utility. The question would be whether the recovery of the slogan, which occupied a central place in the neighbourhood struggles, can help to make this justice effective, on the one hand, and to stimulate a continuity, in those who did not experience these events, of the combative positions. While it is true that, with a limited effect, this intervention in the public space could incite a certain curiosity that will lead the observer to wonder about the origin of the phrase, this would not mean, in any case, that it would encourage any kind of subsequent mobilization. The form it takes is that of homage and as such it belongs to the sphere of things already fixed, acceptable and accepted by the dominant power. To a certain extent, and even though it is an ephemeral element, there is no way to dissociate this intervention from the monumental logic, as a mechanism for imposing meaning, which sustains it. This circumstance - even though the notion of monument has been reformulated over the last few decades[anti-monument, negative monument...] - places it, in principle, in a frankly uncomfortable place, associated with the history of the problematic symbolic use of public space, if at this point we can continue to adjectivize it in this way, in which affirmative practices have abounded, whether through direct sponsorship by the institutions of the podero or through the failure of attempts to open up the concept of the monumental.
3
This does not necessarily mean, however, that we are faced with a failed approach in this case. Perhaps it needs to be understood, in a slightly more complex dimension of analysis, in terms of what it hides. It is possible to be treated with the diaphanous slogan, bluntly materialized by means of a brick factory, in a paradoxically more ambiguous way. The language of techniques and materials, associated with the inscription of this "corporeal poster" in the category of the monumental, contradicts, in his perception, those intentions that in principle could be assumed. Far from constituting a celebratory homage - a kind of spoils of war in Benjamin's words - of something that was, but is no longer, and no longer pays homage, or of producing an effect of revitalising neighbourhood consciousness - something that does not seem so necessary in view of the current socio-political activity of the neighbourhood - the embodiment of the slogan could operate as a counterpart to that which, some time ago, was chanted or written on banners in the mobilisations. This would involve considering the mechanism by which power returns taxidermized, free of its original political potential, manifestations of popular difference.
In the past, the neighbors showed that the neighborhood was theirs, now from the power (political, economic, at this point the use of brick, or of another order, does not appear as casual), to which so many times it has challenged, they are given back a specular image of that affirmation that clarifies, without a doubt, to whom it really belongs. A bitter journey that does not have to lead, by any means, to a demobilising stance, but rather to a critical examination of the conditions that define the present day, so necessary to remain active in a conflict that is currently intensifying. Finally, the use of the language of the dominators by Todo por la praxis could be interpreted as provocative, reinforcing, in a negative sense, the combative positions that have made this neighborhood an example of resistance.